
Hay un grupo de personas dentro de las organizaciones que no hace ruido, pero que impacta silenciosamente los resultados. No son los que protestan, ni los que celebran. No están ni completamente comprometidos, ni totalmente desconectados. Simplemente… están. Cumplen. Asisten. Siguen. Pero ya no sienten.
A este estado emocional y actitudinal lo llamamos “La Burbuja de la Neutralidad”. Es ese espacio intermedio en el que un colaborador ha dejado de emocionarse, de ilusionarse, de conectar con lo que hace o con el propósito de la organización. Ya no espera que algo cambie, pero tampoco ha renunciado. No es visible, pero sí contagioso. Y cuando se sostiene, puede convertirse en quiet quitting: la renuncia silenciosa, esa decisión de hacer lo mínimo necesario, sin invertir energía emocional y sin involucrarse más allá del deber.
Lo más inquietante es que esta desconexión no aparece de la nada. Muchas veces, quienes están hoy en esta burbuja, ayer estaban comprometidos. Pero la falta de reconocimiento, el liderazgo ausente, la sobrecarga emocional, la desalineación cultural o los cambios mal gestionados, van aumentando poco a poco esa conexión. Y lo hacen de forma silenciosa, sin estallidos ni conflictos. Es un alejamiento progresivo. Una desconexión emocional que se disfraza de normalidad.
Las personas en esta burbuja tienen señales sutiles pero reveladoras: no proponen, no lideran, no participan con energía, evitan dar feedback y ya no sienten orgullo por lo que hacen ni por el equipo al que pertenecen. Su energía es baja, pero estable. No hay crisis, pero tampoco entusiasmo. La cultura, para ellos, es un discurso bonito… que ya no les toca.
Y aunque este estado puede parecer inofensivo, sus consecuencias son profundas. Según Gallup (2024), los colaboradores emocionalmente desconectados reducen la productividad hasta en un 14%, aumentan el ausentismo en un 78% y los errores de calidad en un 41%. Además, en América Latina, el 58% de los trabajadores están en esta zona neutral. Más de la mitad. Son la mayoría, y muchas veces, el grupo más olvidado.
Tradicionalmente, las organizaciones han enfocado sus esfuerzos en dos extremos: impulsar a los promotores o gestionar a los detractores. Pero la verdadera oportunidad está en los neutrales. Porque no están en guerra con la empresa. No han tomado una decisión definitiva. Están en pausa. Y como toda pausa, puede ser el comienzo de una nueva conversación. Un neutral que se reconecta puede convertirse en el movilizador más poderoso del cambio cultural.
La pregunta entonces no es ¿hay personas en esta burbuja?, sino ¿qué hacemos para identificarlas y volver a involucrarlas?.
¿Cómo estallar esta Burbuja?
No con discursos. Con acciones coherentes y sostenidas desde la cultura:
- Medir lo emocional, no solo el clima. Evaluar conexión, orgullo y propósito.
- Rediseñar la experiencia del empleado, haciendo que los momentos cotidianos se conviertan en experiencias significativas.
- Formar líderes conectores, que escuchen, reconozcan y generen confianza.
- Ofrecer flexibilidad real, más allá del lugar de trabajo: autonomía, elección, personalización.
- Reconocer con sentido, de forma genuina y constante.
En Caramelo Escaso creemos que hay silencios que no se deben ignorar.
Porque cada persona que habita la neutralidad también guarda una posibilidad: la de volver a conectar, a creer, a moverse y cuando una cultura tiene el valor de escuchar ese silencio, es capaz de volver conectar con sus colaboradores.
“El verdadero cambio comienza ahí. No cuando todos aplauden, sino cuando alguien que estaba quieto… vuelve a moverse.”
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